
Para que la crianza sea viable y fluida en la adolescencia se requiere construir vínculo seguro con las hijas, hijos e hijes en la infancia y conservarlo y fortalecerlo en la adolescencia. Las y los adolescentes que tienen un vínculo de este tipo con sus respectivas madres, padres y personas cuidadoras, suelen colaborar y tener consideración con la autoridad.
Estos son algunos recursos prácticos y concretos que puedes utilizar en la vida cotidiana:
Abrázale, háblale con cariño, contacta visualmente, o quédate a su lado cuando sufra emocionalmente. La conexión le ayuda a calmarse, a reflexionar sus decisiones y a desenvolverse mejor.
Hacer acuerdos en lugar de recurrir a imposiciones, castigos o regaños, proporciona confianza, seguridad y estimula la responsabilidad de tu hija, hijo e hije.
Para llegar a un acuerdo:
- Describan el conflicto o problema.
- Escucha el punto de vista de tu hija, hijo e hije.
- Comparte tu propio punto de vista.
- Construyan un acuerdo tomando en cuenta ambos puntos de vista.
- Den seguimiento al acuerdo, revisen y analicen su evolución.
Cuando las emociones hacen su aparición y la o el adolescente aún no está fuera de control:
- Permite y facilita su expresión con tu cercanía respetuosa: “Venga, se vale estar enojada o enojado; estoy contigo”.
- Validar sus emociones (no las juzgues, critiques o minimices): “Entiendo por lo que pasas, también me he sentido así”.
- Facilita la regulación de la emoción: Ofrece recursos concretos, por ejemplo, alguna técnica de relajación sencilla, hacer respiraciones profundas, saltar, pensar en algo alegre, escuchar música, etcétera.
- Recuérdale que las emociones y su expresión son válidas, pero no se vale destruirse o destruir con ellas.
- Conducta adaptativa: Regulada la emoción se puede utilizar la razón para elegir una alternativa constructiva: “Ahora que recuperaste la calma, ¿qué harás con la situación?” (Y si no encuentra una alternativa, tú puedes ayudarle con tu creatividad).
Cuando las emociones están totalmente desbordadas y negociar, dialogar y convencer ya no es posible, tu papel como persona adulta es poner en marcha alguna alternativa que le calme, por ejemplo, proponerle alguna actividad que sirva de válvula de escape y le enfríe (pegarle a un cojín, dar una vuelta a la manzana, gritar, etcétera), dirigir su atención hacia otra cosa, entre otras.
En ocasiones las y los adolescentes solo necesitan algunos minutos a solas para recuperarse, recurriendo a sus propios recursos (respirar, tomar un vaso con agua, mojarse la cara, hablar por teléfono con una amistad, etcétera.) En este caso, la persona adulta respeta su petición de espacio, al mismo tiempo que le ratifica su disposición para acompañarle: “Me quedaré cerca por si me necesitas.”
La participación de otra persona puede ser un recurso inestimable para evitar enfrentamientos explosivos entre madres, padres o personas cuidadoras e hijas, hijos e hijes adolescentes, puede tratarse de una tía o tío, una abuela o abuelo, una amistad de la familia o una profesora o profesor en quien ambos confíen.
De vez en cuando haz un alto para pensar acerca de tu papel como madre, padre o persona cuidadora, monitorea tus prácticas de crianza y el efecto que tienen en el desarrollo de tu hija, hijo e hije, identifica lo que sueñas para tu hija, hijo e hije y para tu familia y las necesidades de autocuidado que se te presentan.

UNICEF México (2021). Buen trato: Guía para la crianza y educación respetuosa, dirigida a madres, padres y personas al cuidado de niñas y niños y adolescentes. 2ª Edición:
Adaptación de la versión de UNICEF Uruguay (2019).
Para descubrir cómo la crianza respetuosa beneficia el desarrollo de las y los adolescentes, te invitamos a explorar la siguiente presentación interactiva. Esta nos desafía a reflexionar sobre el impacto positivo que tiene este enfoque en la vida y crecimiento de los adolescentes.